domingo, 23 de noviembre de 2008
Secretos a voces
Que no existe el tiempo lineal ni ordenado en el cine es algo de lo que han dado buena cuenta, sobre todo, los artistas "multidisciplinares" que, afortunadamente, han osado meter las zarpas en el habitualmente reservado pastel cinéfilo. Uno de los ejemplos más claros lo constituye el díptico fil(r)mado hace ya casi sesenta años por Jean Pierre Melville y el gran Jean Cocteau; este último, uno de los últimos renacentistas, que yo sepa.
Melville filmó LES ENFANTS TERRIBLES, poliédrica y desafiante novela de Cocteau, en la que dos hermanos temperamentales y egoístas mantienen un tira y afloja emocional aparentemente banal e inocentón, que sirvió a Cocteau para coquetear con la inaccesible idea del incesto. No se trata sólo de provocación, sino, a mi modo de ver, de la incesante dadaísta de desestructuración de la familia como institución decadente y deformante. Muy adelantado a Solondz o Von Trier, desde luego; y mucho más afinado y sutil, pues es absolutamente necesaria la entrega de un espectador desprejuiciado y atento, que quiera asistir a la comedia humana con sus luces y sombras.
En LES PARENTS TERRIBLES, es el propio Cocteau quien se pone tras la cámara para rizar el rizo y ofrecer un triple salto mortal, pues se trata aquí de un triángulo esquizoide formado por un padre libertino, la madre de sufridora mentalidad y el hijo único, mimado y consentido, interpretado maravillosamente por Jean Marais. Cocteau introduce (por si no fuera suficiente) a la hermana de la madre, que secretamente aspiraba a casarse con el padre y a la pizpireta amante de éste, de la que el hijo queda inmediatamente prendado sin sospechar el lío de cornamentas al respecto. Lejos de caer en el vodevil oxidado de principios de siglo, Cocteau no ceja en su empeño de mostrar las veleidades de la familia absorta en su propio núcleo y vuelve a dejar caer pequeños detalles, aquí conformados por reveladores primeros planos, en los que se clarifican las contradicciones y sufrimientos de unos personajes a los que casi todo parece resbalarles, escudados tras las murallas de las convenciones, para acabar sucumbiendo ante sus propios "pecados"; por ignominia, omisión o simplemente hipocresía.
Dos grandes ejemplos de cómo las mentes abiertas han navegado por cualquier época, luchando los retrógrados y los estancados, haciéndonos pensar por encima de todo.
Terribles saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
2 comentarios:
Desde luego hay directores osados hoy y hace mucho tiempo, como Cocteau,menos mal; por cierto esta peli la tenía apuntada para ver hace tiempo y todavía no la tengo vista así que me apunto una falta ;(
Saludos
Pues, si puedes, píllate la edición de FNAC/AVALON, que es doble y trae las dos pelis mas un montón de extras.
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