Nunca me ha gustado la navidad, ahora mucho menos, ni tengo especiales recuerdos navideños más allá de un cúmulo de frases hipócritas, mantras que no hacen más que encubrir una incapacidad manifiesta para reconocer lo jodidos que estamos todos. El caso es que Dickens, que era un tipo despreciable, trufaba sus historias de escudos humanos, alter egos mezquinos y odiosos, que eran la base para poder señalar a los verdaderos antagonistas, que en su opinión eran los poderosos, siempre rodeados de un aura de bondad de plástico. En este sentido, SCROOGED me parece una película incomprendida, en la que Bill Murray (en su cúspide de popularidad) interpretaba a Frank Cross, un magnate de la televisión incapaz de un solo gesto amable, que ha de hacerse cargo (muy a su pesar) de un especial navideño. También aquí hacen su aparición los fantasmas de las navidades pasadas, presentes y futuras, que le darán un recorrido por todos los errores de su vida, que a tanta gente hizo infeliz, incluido él mismo. La diferencia la marca el propio Murray, con un papel hecho a su medida, un ogro que acaba por caer simpático, y que se rodeó de un elenco de lujo en esta comedia de temporada, hoy día todo un clásico que no falta en estas fechas, y que conjugaba el sabor de los títulos familiares con una visión más escéptica y moderna.
Aun con todos sus excesos, que son muchos, es muy entretenida, sobre todo si abominan de festejos y estulticias varias...
Saludos.
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