Se ha ido Marisa Paredes, o lo más cercano que hemos tenido en este país a una diva, con todas las connotaciones que un término tan melifluo suele conllevar. Proveniente del teatro, asomando la cabecita en miríadas de producciones televisivas, Almodóvar (justo es reconocerlo) la redimensionó hasta ese lugar de mujer distante, superior, pero también frágil, repleta de inseguridades. Era una excelente actriz, y quienes la trataron aseguran que una excepcional persona, y desde ya entra en el Olimpo de las estrellas, donde creo que siempre perteneció. Como ya es costumbre, haremos un pequeño recorrido por una filmografía, en este caso extensa, y que le dio uno de sus primeros roles protagonistas en aquel entrañable Estudio 1, en un formato (el teatro filmado) al que siempre es un placer volver, incluso a quienes nos queda como un destello borroso. Ya Marisa Paredes era mucha Marisa Paredes haciendo de Casilda, la desdichada joven que ve quebrada su felicidad al casarse con su amado, un humilde labriego, cuando el perverso comendador de Ocaña queda prendado de su belleza, después de despertar de un golpe en la cabeza. Esto es, en esencia, PERIBÁÑEZ Y EL COMENDADOR DE OCAÑA, donde Lope de Vega se despachaba agusto con esos gobernadorcillos que tanto nos siguen sonando ahora por desgracia; medradores sin escrúpulos, que creen que las personas son como propiedades a las que explotar, y en último término desechar. No hay más que darse una vuelta por el Tubo para disfrutar de estos episodios impagables, de los que también fue parte histórica Marisa Paredes, cuya irrepetible figura nos acompañará en este cambio de año, como no podía ser de otra manera.
Saludos.
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