A diez años de su estreno, reconozco que THE HOMESMAN me pasó totalmente desapercibida, pese a su gran reparto o su presencia en Cannes. Visto hoy, el segundo trabajo para cine de Tommy Lee Jones suscita varias reflexiones, como la posibilidad de desestandarizar el trabajo de los actores y actrices en el cine comercial, la exploración de formas narrativas más atrevidas, o emplear una mirada mucho menos condescendiente hacia el western como tótem intocable. Comienzo diciendo que no es nada fácil meterse en un film de estructura anómala, que se abre con su protagonista (solidísima Hilary Swank) desesperada por encontrar un marido, pero rechazada paradójicamente por su carácter, más cercano al masculino. Seguidamente, nos encontramos con la devastadora historia de tres mujeres, que literalmente pierden la razón por motivos a cual más escabroso. He aquí el imperceptible nexo entre la condición de esta mujer y la descabellada misión que asume, un poco como redención a su fracaso vital: conducir a estas mujeres en un largo trayecto hasta una especie de hospicio donde van a cuidarlas. En otro escorzo de guion, se nos presenta el personaje interpretado por el propio director, en una escena casi cómica, donde conocemos a un hombre complejo, tan tosco como respetuoso, que sustenta el improbable complemento de la protagonista, a la que va eclipsando imperceptiblemente. Y se puede acusar al film de deslavazado, despreciando los tonos de forma suicida; pero no es menos cierto que eso mismo le otorga un raro aliento poético, despiadado y mortífero, entre la sátira negra y la sepia fúnebre. Un inusual ejemplo de cine que no es ni clásico ni vanguardista, y que no tiene miedo de integrar el ridículo en las mismas estancias de lo sublime.
Más que crepuscular, un western a ras de suelo.
Saludos.
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