La forma en la que podríamos entender CIVIL WAR como un todo (tarea nada sencilla), sería obligándonos a incluirla en el global "más grande" del que procede su idea principal, no siempre bien desarrollada ni inteligible. Me gusta la inmediatez con la que Alex Garland hace avanzar el film, instalándonos en esa Norteamérica devastada y caótica, sin explicarnos ni posicionarse acerca de los dos bandos que han convertido el país en un campo de batalla. Con todo, con la visión periférica y desapegada que se pretende dar en todo momento, el verdadero motor lo componen el heterogéneo grupo de periodistas que viaja hasta la Casa Blanca, con la intención de entrevistar y fotografiar al presidente antes de su inminente derrocamiento. Es loable internarnos en ese horror cotidiano, que el cine siempre ha situado en lugares más o menos exóticos (cuando no, directamente fuera del planeta), no como herramienta de conciencia, sino como testaferro conmocionado de una situación que, una vez vista la película, ni siquiera parece tan improbable. Los únicos problemas que veo aquí provienen de la imposibilidad de prescindir de ese puñado de "momentos álgidos", picos de tensión que, si bien sitúan este trabajo a medio camino del cine bélico, el retrato social y el horror sanguinolento, contribuyen decisivamente a atenuar su explosivo discurso, y que la supuesta polémica quede en un espectáculo bien coreografiado, incluso con un final que parece filmado a contrapelo.
Buena película, que cuenta muchas cosas en poco tiempo, pero que necesita su tiempo de cocción para descubrirle resortes que es posible que se escapen en un primer visionado.
Saludos.
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