sábado, 13 de octubre de 2018
Los nuevos mártires
Los mártires no existen, excepto en la misma idealización que se pueda hacer de una figura. Se nos puede convencer, con la misma convicción que alguien defiende sus ideales hasta la muerte, de que la dignidad vencerá algún día, y que lo hará de la mano de estos héroes anónimos que no ganan títulos ni batallas, sino que superan el infierno del día a día sin desearle ningún mal a nadie. Del mismo modo, nadie hubiera apostado por una Palma de Oro para Ken Loach en 2016, pero supongo que de entre la idiosincrática maraña de trucos y acrobacias de nuevo cuño, a alguien se le debió encender la bombilla y reconocer que I, DANIEL BLAKE era, si no una gran película, una película terriblemente necesaria justo ahora, y yo soy de los que opina que es un valor añadido que un film conecte y dialogue con su propio tiempo. Loach es Loach, y Laverty es Laverty, lo sabemos, porque no ha cambiado en décadas y no lo va a hacer ahora, pero sí que parece que el viejo maestro ha decidido no abandonarnos a nuestra suerte y regalarnos un penúltimo trozo de aliento a quienes aún creemos en que la solución a nuestros problemas está en nosotros mismos; no en los miserables libritos de autoayuda, ni en las recetas milagreras de desalmados, sino en simplemente escuchar con sinceridad y atención a quien reclama nuestra ayuda y apoyo. Un gesto muy cristiano, que dirán muchos apuntándose inmediatamente al carro, pero que en este caso no necesita dogmas de fe, sino un sentido de voluntad digno. Daniel es un carpintero que sufre una dolencia cardíaca que podría costarle la vida, pero el maravilloso estado capitalista le exige que busque empleo para no perder su subsidio. Creo que con esta pequeña frase uno puede ahorrarse cualquier tipo de consideración, sea artística, moral o de lo que sea, porque, insisto, Ken Loach lo ha vuelto a hacer cuando nadie lo esperaba, quizá porque los problemas reales de la gente no desaparecen con una capa de barniz de ese de última generación. Sí, es conductista, panfletaria y sentimentaloide a no poder más, pero es puro cine, como se hacía mucho antes de que nos empezaran a vender más motos de las que necesitamos.
Brutal.
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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