viernes, 26 de octubre de 2018
Demasiado cerca para estar tan lejos
Hay películas que deben madurarse, o peor aún, hay películas que se creen maduras y son todo lo contrario. La apuesta del joven actor y director Thomas Dekker en JACK GOES HOME es francamente interesante, pero peca de soberbia y, sobre todo, de incapacidad para pasar del zoom al gran angular. Como si de un alumno aventajado de Bergman se tratara, Dekker propone la inversión de roles desde el punto de vista interior, lo que hace que nunca exista plena seguridad de que lo que se está representando sea la realidad objetiva o la psique del protagonista. Éste (un interesante pero sobreactuado Rory Culkin) es un joven que, a punto de ser padre, recibe la noticia de que su propio padre ha muerto en un accidente de tráfico, por lo que acude al hogar familiar para asistir al entierro. Su personalidad inestable, unida al trauma de la pérdida, es sacudida por la revelación de un oscuro y terrible secreto que, al parecer, su madre le ha ocultado durante toda su vida. A partir de ahí, en su tramo final, el film parece decantarse por una especie de terror psicológico que no llega a concretarse, pero antes hay toda una travesía totalmente en balde, que no hace avanzar a la historia ni hace acopio de detalles trascendentales. Eso sí, la cara del Culkin en primer plano es primordial (pensaría que se parece a Liv Ullmann o algo así), aparte de algunos diálogos sonrojantes por lo primitivo de su construcción y una Lin Shaye desaprovechada, porque por ahí sí podría haber excavado más profundamente.
Apunta maneras y aún es lo suficientemente joven como para que esperemos algo bastante mejor que esto.
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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