martes, 12 de enero de 2016
Chantal Akerman, enemiga íntima #1
Se nos han ido gente del cine, gente importante. Desde esta semana, cada día (menos los Domingos, of course) va a tener un propósito definido, alguno menos testimonial que otro. Daremos merecido homenaje a dos cineastas recientemente desaparecidos y aprovecharemos "la ola" para completar la filmografía de otros dos, pertenecientes a una generación inmediatamente posterior, ya que ambos, a su manera, podrían muy bien ser considerados "hijos" artísticos de los otros. Y no podíamos menos que repasar la interesantísima, para algunos primordial, filmografía de Chantal Akerman, una de las escasas cineastas que lograron romper el molde del "cine hecho por mujeres" y dar un paso decisivo y valiente ahuyentando los prejuicios de los sectores más conservadores, que apenas han dado importancia a las directoras con un discurso propio y arriesgado. Y parece una jugarreta del destino, o quizá la puesta en escena desde el minuto uno de una constante, pero lo cierto es que SAUTE MA VILLE (algo así como SALTOS EN MI CIUDAD), vista hoy, es como un tenebroso anticipo (quizá inocentemente inconsciente) del triste final que tuvo la propia cineasta belga. Rodada con apenas dieciocho años, sus trece minutos son un desafío a quienes quieran entroncarla con inocentes puntadas surrealistas del cine tan mal llamado "sesentayochista", porque puede ser todo lo chispeante y experimental que se quiera, pero no cae en el sinsentido gratuito, y es un debut de una madurez insólita, precisamente la causa de que Akerman abandonara bruscamente sus estudios en la Escuela de las Artes de Bruselas. Básicamente, se trata de un ejercicio godardiano (Akerman declaró que sólo quiso ser directora de cine tras ver PIERROT EL LOCO, tres años antes), en el que imagen y sonido se superponen y casi luchan por no encontrarse, mientras la actriz/directora, que acaba de llegar a su casa, empieza observando su entorno y casi no reconociéndolo como propio. Caben las interpretaciones, desde el deseo de ruptura con lo establecido, los lazos familiares o la imposibilidad de crear desde la explicitud del homenaje, y pese a que es un trabajo básico y profundamente influenciado, extraña el rigor y el sentido de la composición de alguien tan joven y prácticamente sin experiencia palpable más allá de su propia cinefilia. Aunque aún más extraño y acongojante, 48 años después, es ver lo que no parece otra cosa que la representación del suicidio de una persona que en ningún momento logra encontrar su lugar adecuado, ni en la pantalla ni en la vida...
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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