No hace mucho que reseñé aquí la que posiblemente sea el primer ejemplo de película compuesta por varios relatos de horror, y aunque para 1945 DEAD OF THE NIGHT es una barbaridad, reconozco que una de mis favoritas de siempre es CREEPSHOW, un trabajo que se sacaron de la manga entre George A. Romero, Stephen King y Tom Savini, y que más de treinta años después ha conquistado el merecido estatus de "obra de culto". Basada en los célebres comics de la EC que arrasaron en la década de los 50, CREEPSHOW se hila a partir de un "sketch" que abre y cierra la función y que muestra a un chaval enamorado de los comics de terror, que ve desolado cómo su padre le tira la preciada mercancía a la basura... ¡Ay!... Esto me toca de verdad...
A partir de ahí, se suceden cinco historias repletas de humor macabro, sorna ochentera y mucha mala leche, sobre todo por no estar (gracias a dios) sujeta a incomprensibles reglas de corrección política.
La primera, titulada significativamente "El día del padre", es quizá la de desarrollo más clásico, y cuenta la historia de una siniestra familia que parece guardar más de un oscuro secreto acerca del origen de su fortuna. Cada año, coincidiendo con la celebración de dicho día, reciben la visita de la vieja tía Bedelia, que se sienta junto a la tumba de su padre para emborracharse y escupirle lo que la maltrató en vida. Aunque como se suele decir, "donde la dan las toman", y puede que alguien no esté dispuesto a quedarse sin su pastel del día del padre.
Tiene, además de un oscuro sentido del humor, a dos grandes actores, Viveca Lindfors, en uno de sus últimos papeles relevantes, y el gran Ed Harris en uno de los primeros... porque tenía pelo y todo...
El segundo relato es el más literario de todos, y quizá el más extraño; no sólo porque su protagonista sea el mismísimo Stephen King en el único papel que podría desempeñar... teniendo en cuenta ese careto de redneck que se gasta... Esta historia tiene muchísimo de las obsesiones del propio King (es un relato corto suyo de 1976) acerca de objetos extraños y alteraciones ante las que el hombre se ve incapaz de poner solución. Es la historia de Jordy Verrill, un paleto que vive solo en su destartalada casa y que cree haber encontrado el final de su mala suerte cuando un extraño meteorito aterriza frente a su casa. Sin embargo, este objeto del deseo encierra un destino terrible para el pobre Verrill. Y advierto: pese a que el relato mantiene fundamentalmente un tono cómico, el desenlace es tristísimo y agónico, y a mí, que vi la película con apenas once o doce años (eran otros tiempos...) se me quedó grabada esa imagen...
Esta tiene traca. Sí, porque si nos advierten de antemano que vamos a ver un episodio protagonizado por Ted Danson y Leslie Nielsen, que uno es un millonario al que su mujer le pone los cuernos con aquel improbable galán que durante un tiempo fue Danson, pensaríamos cualquier cosa menos en un escalofriante relato de terror sobrenatural. Pero no sólo eso, sino que este segmento contiene algunos momentos de verdadera angustia, y Nielsen borda el papel de psicópata desalmado, en un registro al que no nos tuvo nunca acostumbrados. No es mi favorito, y de hecho el desenlace me parece que sobra, pero como curiosidad no tiene precio. Además, si no salen monstruos del más allá Savini no cobraba...
Y, bueno, algo parecido ocurría con "The crate", otro relato de King, que se ve descompensado entre su brillante idea de inicio y la necesidad de incluir el elemento sobrenatural, que tiene su gracia pero es demasiado explícito y zanja cualquier conato de sorpresa. Sí, porque toda la parte del cóctel en la Universidad es magnífica, con tres actores buenísimos (Adrienne Barbeau, Fritz Weaver y el gran Hal Holbrook) que escenifican dos situaciones encontradas, la del pobre diablo, sometido por una infame mujer que no para de emborracharse y ponerlo en ridículo, mientras que su amigo, viudo, se da la gran vida de jovencita en jovencita... El problema consiste en encajar ahí una misteriosa caja que el conserje encuentra por casualidad y que proviene supuestamente de una expedición al Ártico de 1834... Bueno, tiene su gracia...
Y el último, lo reconozco, es mi favorito. Primero por el alarde de ambientación que logra Romero, por la intensa interpretación que el veterano E. G. Marshall hace de un despiadado y obsesivo magnate, que vive recluido en un edificio-fortaleza, donde todo es aséptico y gris. Pero sobre todo por la refinada modulación de los tiempos, con un viejo jukebox sonando constantemente mientras el viejo despide a gente desde su atalaya sin ningún contacto humano. La comparación resulta inevitable, pues mientras lo hace va, spray en mano, exterminando las cucarachas que incomprensiblemente van apareciendo por todas partes. El final, advierto, no es para todos los públicos, y si se tiene fobia a estos simpáticos animalitos, mucho menos...
Luego se hicieron dos secuelas más sin mayor trascendencia, pero esa es otra historia que les iremos desgranando convenientemente. Mientras, háganse con esta joya del terror comiquero...
Saludos.
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