martes, 31 de marzo de 2015
Placeres sencillos
He visto la versión coloreada de RACHEL AND THE STRANGER, lo que me ha puesto al día de este atípico western de la RKO, más preocupado de interioridades sentimentales que de aventuras y disparos. La disparidad de tonos es notoria desde el inicio, donde un desenfadado Robert Mitchum canta una canción mientras se dirige a casa de su amigo Davey (un jovencísimo William Holden), comprobando con tristeza el abandono que sufre a causa de la muerte de su mujer. Incapaz de cuidar de su hijo, seguirá la recomendación de su amigo y viajará a un asentamiento cercano para tomar esposa.
Si yo ahora digo de la conveniencia de mirar a este film de Norman Foster con ojos del Siglo XXI no es ninguna boutade para rellenar líneas, sino que alude a un par de aspectos esenciales por los que me encantaría un remake en manos de un autor con personalidad. Primero por la controvertida figura interpretada con admirable contención por Loretta Young, una mujer desposeída cuyo único recurso para pagar las deudas de su padre es ser... vendida. Y luego es verdad que el tono se relaja, bordeando la comedia costumbrista, pero los últimos minutos de este personaje, rebelándose ante su injusto destino, y sobre todo ante el infantil carácter de dos hombres que acaban peleándose por ver quién la merece, sin que a ninguno se le ocurra preguntarle.
No es ninguna obra mayor, entiéndaseme, pero es un film lo suficientemente atípico e incómodo de abordar como para suscitar, cuanto menos, un par o dos preguntas...
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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