sábado, 21 de marzo de 2015
J. R. R. #6
Desconozco si a Peter Jackson le va a dar en un futuro por retomar a Tolkien, por ahí dicen que no. Me da igual, ésta es una saga que se explica sola, pero sólo una vez que ha llegado al final; y si hemos llegado al final, lo único que revela THE HOBBIT: THE BATTLE OF THE FIVE ARMIES es que el director neozelandés es incapaz de reinventarse a sí mismo. Que hiciera falta reinventar a Tolkien es ya una discusión demasiado larga y farragosa para iniciarla a estas alturas.
Yo puedo hacer dos cosas, hablar del film en sí, lo que es incompleto sin remedio, o echar un cierre a la altura épica de la saga de seis películas. La experiencia me dice que lo primero es refrenar el entusiasmo, y estas tres últimas películas son mucho más significativas en el contexto de la justificación, que poco o nada tiene que ver con la fantasía épica a la que alude, que de la gran puesta en escena, majestuosa, evocadora y, por qué no, ególatra. Mientras en la literatura de Tolkien las referencias se explican solas, a Jackson le cuesta un mundo hacer creíble que no nos esté vendiendo un blockbuster de mamporros más, con elfos y vaginas parlantes, con enanos feos y enanos guapos (y sólo se enamoran los primeros), con dragones fanfarrones y orcos funcionarios, que van sin pensar a su perdición por una obstinación refaccionaria que casi siempre suele acabar trágicamente ¿Pero quién se acuerda de un pobre orco mutilado y sin seguridad social? Nos han enseñado que los hobbits son gente apacible y grata de tratar, pero entre líneas hemos visto cómo se pasan su larga existencia holgazaneando, borrachos y cantando jigas; y para uno que le da por ver mundo (la endogamia severa es otra de sus bondades), cuando vuelve a casa comprueba que se la han desvalijado por incomparecencia.
Una vez visto el final de esta larga saga, lo primero que me vino a la mente es ese "¿y ahora qué?". No porque se me haya hecho corta, sino por ese sentimiento de orfandad respecto a unos personajes que bien pareciera que sólo obtuvieran solaz en el conflicto y el guerreo. No hay una paz que pudiésemos dilatar en beneficio de la historia y su credibilidad, tan sólo una sensación de que la función terminó para que otro la retome en otra parte y en otro lugar.
Y Sauron sin aparecer...
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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