martes, 16 de diciembre de 2014

Corazón automático



Además de el mejor disco de Los Ilegales, TODOS ESTÁN MUERTOS es la ópera prima de Beatriz Sanchís, quien llega un poco tarde para recuperar al grupo de fantasmas de la movida, cuando (a dios gracias) parece que podríamos haberlos exorcizado para siempre. De ritmo lánguido, cansino, casi apopléjico, este retrato "en sepia" no se decide, no es valiente al elegir si va a quedarse en el segundo Almodóvar, el plexiglás de Subterfuge o la posibilidad de un episodio piloto malsano de "Cómo conocí a..." Desgraciadamente, la directora y guionista consigue su propósito al 100%: que el personaje principal, interpretado con fiereza y convicción por Elena Anaya, sea lo único que tiene algún interés, porque el resto parecen esbozos inacabados de cuentos en articulación imprecisa. está la historia de fondo del grupo Groenlandia (guiño a Bonezzi, claro); el fantasma que aparece es clavadito a un Eduardo Benavente de la vida, y el conato de contrapunteo lo pone un adolescente de la época en la que se desarrolla el film, 1996, es decir, un émulo de Cobain. Sin solución de continuidad, hay que encajar el rollo de la santería, un coro de boy scouts y una niñata "polinganera" que no sé qué pinta. Al final todo es un batiburrillo con algunas imágenes interesantes, pero he visto videoclips con más contenido; y es que, si soy sincero, mi decepción proviene de que me esperaba otra cosa, una especie de silogismo aterido de indiferencia hacia una superviviente de aquella broma que, sí amigos, ya empieza a durar demasiado. Curiosa, pero intrascendente.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!