jueves, 13 de enero de 2011

Mar adentro



Hoy, más que de una película, me gustaría tomarme la licencia de decir que hablaremos de un mito del séptimo arte; un film que, sin salirse de los parámetros más reconocibles del cine comercial, marcó un antes y un después en la forma de desarrollarse una historia en base a su atmósfera. La atmósfera, elemento clave y casi intangible que sirvió a un principiante director llamado Steven Spielberg para desarrollar, más que un film de terror, un film sobre "el terror", sobre qué cosas son las que nos inquietan hasta lo insoportable cuando realmente estamos cómodamente instalados en la butaca de un cine. JAWS es básicamente eso, una trama llena de misterio e incertidumbre y afianzada en un milimétrico crescendo que Spielberg usó con maestría; un montaje astuto y ejemplar, unas interpretaciones nada desdeñables, personajes que nunca están por encima de lo importante, que es la urdimbre en la que poco a poco nos vamos viendo arrastrados hasta ese momento cumbre que es la aparición del monstruo, mucho más creíble por lo que sólo nos es sugerido que por lo que nos es mostrado. Una economía de medios que nada tiene que ver con la habitual cutrez de "superproducciones" que fían sus escasos argumentos en una chocante escalada técnica que jamás va a ninguna parte; en lugar de ello, Spielberg usa una simple maqueta animada que apenas se asoma cinco minutillos en un film que rebasa las dos horas de duración. Y, claro, todo ello envuelto y punteado por los hachazos musicales de un John Williams que ya por entonces comenzaba a ser verdaderamente respetado y que, si hacen un poco de memoria, pertenece por derecho propio al Olimpo de las bandas sonoras realmente inmortales. Spielberg dijo "estoy aquí para quedarme", y a fe mía que no le faltaba razón al muchacho, no señor...
Saludos pasados por agua.

3 comentarios:

ricard dijo...

La gracia del film consiste en que el tiburón, lo que es verse, se ve más bien poco; su presencia es intuida, lo que refuerza el suspense. Y, sin embargo, ésto vino determinado más que nada por los problemas técnicos que tuvieron con el bicho mecánico, que se les hundió una docena de veces hasta que Spielberg, para poder cumplir con el plan de rodaje, tuvo que reinventarse toda la puesta en escena.

Incluso el momento más terrorífico del filme se resuelve en un plano medio de Quint-Robert Shaw contando a los demás tripulantes su experiencia con tiburones durante un naufragio en la Segunda Guerra Mundial.

miquel zueras dijo...

Algunas películas han conseguido un gran efecto sugeriendo más que mostrando como aquella película de Val Lewton en que los "hombres pantera" apenas se veían en la oscuridad y así nadie notaba sus disfraces cutrones. Estuve en la costa de Nueva Inglaterra hace diez años y siempre me recordaba a "Tiburon" o "Los pájaros", era muy inquietante. Borgo.

Möbius el Crononauta dijo...

"Tiburón" es más grande que la vida...

Y vamos a necesitar un barco más grande, por cierto.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!