miércoles, 19 de enero de 2011
Acogotada la servidumbre, empieza el espectáculo
Con un estimable éxito de público, asunto nada baladí en estos momentos, se presentó el año pasado la enésima apuesta comercial europea; LE CONCERT no descubre nada ni subvierte ningún canon que hayamos visto antes. Todo parece estar ya inventado. Sin embargo, el gran triunfo del film de Mihaileanu comienza a cobrar vida justo cuando éste parece despegarse de su propia idiosincrasia formal. Es decir, cuando menos parece una típica película de chispazos emocionales (ternuristas, más bien) entre una maraña de humor zafio y grosero, es cuando la historia que de verdad se quiere contar, y que no aparece por culpa de esa misma servidumbre, emociona y sorprende. Al director de origen rumano le sobran 90 minutos de ajetreo y le bastan 25 (los últimos) para demostrar que es mucho mejor narrador sin palabras que con el zafarrancho verborréico y nada acertado con el que normalmente se acosa al espectador medio; muchas palabras para no decir casi nada, cuando el alma de esta historia de insumisiones y deudas impagadas se encuentra en lo más obvio: sí, la música. LE CONCERT nos cuenta la caótica odisea de un grupo de músicos que viaja desde la extinta Unión Soviética hasta Francia para dar un concierto; la (supuesta) gracia está en que el director (un magnífico Aleksei Guskov), Andrei Filipov, fue apartado de por vida de su puesto en el Bolshoi por defender a los músicos judíos que entonces integraban tan prestigiosa orquesta. Vemos a Filipov limpiando despachos y a algunos músicos en un estado bastante lamentable; un golpe de efecto que no beneficia al film, sobre todo por su carácter humorístico. Ya en París, conocerán a una violinista interpretada por Mélanie Laurent, que francamente no pasa de anécdota, y los músicos se comportarán como alienígenas, que tampoco es que sea muy creíble por el prestigio acumulado, pero en fin. Lo mejor llega ya al final, cuando Mihaileanu decide dejarse de monsergas paternalistas y ofrece una maravillosa recreación filmada de lo que es un concierto, lo que supone tanto para el público como para los músicos y la magia de la música mediante la imagen. Demasiado poco para defender un proyecto tan ambicioso como inocuo y que no pasará ni mucho menos a los libros de historia. Estamos seguros de ello.
Saludos sinfónicos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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