lunes, 10 de enero de 2011
Fuera de los libros de historia
Poseedor de una larga, rotunda y, por desgracia, desconocida filmografía, al menos a lo que refiere al gran público en nuestro país, el director italiano Marco Bellocchio firmó el pasado año (fue cuando se estrenó) una de las grandes películas de este principio de siglo. Circunscriban "grande" al ámbito que deseen, VINCERE, como su nombre bien indica, siempre saldrá victoriosa. Y de victorias habla esta descomunal película; de victorias cimentadas en derrotas, en pisotear al enemigo, aplastarlo, anularlo. VINCERE habla del poder, de esa droga que ha moldeado algunos de los capítulos más fétidos del siglo XX. Bellocchio abre las cortinas de par en par y nos enseña la podredumbre según la cual un principio de justicia, deformado por su hermética radicalidad, termina desembocando en la más terrible de las ideologías represoras. En este caso, y desde una multiplicidad de ángulos, el fascismo mussoliniano; pero también la figura misma de Mussolini, desafiante, irrevocable, como luchador socialista primero, al pie de la barricada, como monstruoso dictador después. Pero VINCERE también habla de cómo fluctúan las masas sociales, cómo influyen los diferentes poderes, especialmente la iglesia (el primer Mussolini la repudia, el último la abraza), la servidumbre al servicio de su propio servidor. Mussolini, su progresiva transformación en el Duce, es una gigantesca sombra que, en un alarde de dirección narrativa, Bellocchio cuelga sobre todo el film de forma insólita, pues el único Mussolini que vemos es el anterior a dicha transformación, mientras que el monstruo es reservado para las imágenes de archivo. Pero aún hay más, o debería decir "aún queda todo"; porque el nervio central de VINCERE nos habla de esa otra Historia, la que no sale en los libros, quizá más importante y decisiva que la oficial, apartada como un molde silencioso. VINCERE habla, sobre todo, de la desgarradora historia de Ida Dalser, que se enamoró perdidamente de aquel primer Mussolini, el que desafiaba a los curas y a dios mismo, el que se ponía el primero contra las bayonetas opresoras, el que llevó el socialismo hasta sus últimas consecuencias y hasta designó al futurismo como el arte oficial del socialismo. De la sísmica relación de dos caracteres tan fuertes nació un hijo, Benito Albino; sin embargo, en mitad de su transformación, Mussolini abandonó a Ida y su hijo por su "otra" esposa y sus "otros" hijos, lo que iniciaría una obstinada lucha por el reconocimiento que desembocaría en la separación de madre e hijo y el internamiento de ambos en sendos manicomios. Puede que existan licencias en esta tremebunda historia de una obsesión, pero queda claro que Bellocchio toca con maestría los resortes adecuados (el "Popolo", el periódico que lanzaría definitivamente a Mussolini, fue financiado con todo el patrimonio de Ida Dalser; el actor que encarna a Mussolini le deja en la segunda parte para hacerse cargo, magistralmente, de su repudiado hijo, como una fantasmagórica sombra del dictador). Los actores están sublimes. Filippo Timi realiza una exhibición de histrionismo y progresiva deshumanización del luchador social y futuro dictador, pero no seríamos justos si no hiciéramos una mención especial a Giovanna Mezzogiorno, inmensa en el papel de Ida Dalser y recordando por momentos (la imaginería visual de Bellocchio y la fotografía de Daniele Ciprí contribuyen lo suyo) a aquel cine de principios de siglo, un cine de los rostros y del énfasis. VINCERE es, al fin, una obra maestra contemporánea, la modernísima visión de un formidable creador que lleva nada menos que 45 años filmando acerca del porqué de las iniquidades humanas, su origen, sus consecuencias... Gran cine...
Saludos invictos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
2 comentarios:
This is a fucking masterpice. Posiblemente la mejor ópera italiana de la década.
... y me consta que muy poquita gente la ha visto...
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