lunes, 10 de septiembre de 2018
Vidas privadas #1
Esta semana, los films a comentar tendrán un hilo conductor, que como siempre puede derivar en lo subjetivo y/o caprichoso. Serán películas que, de uno u otro modo, intentaron un cierto acercamiento a la cotidianidad de personajes a los que el cine siempre ha otorgado un aura mítica. Son esas "vidas privadas", las que sabemos que todo el mindo tiene y que moriríamos por conocer. Y el primero es un film sumamente curioso, THE PRIVATE LIVES OF ELIZABETH AND ESSEX, dirigido en aquel gran año para la historia del cine que fue 1939, y que narraba los entresijos, intimidades y escandaleras de la corte británica a finales del siglo XVI, cuando el trono lo comandaba con mano de hierro la hermética Isabel I, de los Tudor, una regente tan firme en sus resoluciones de estado como insegura en sus asuntos íntimos. Y es aquí donde entra el conde de Essex, joven, intrépido y ambicioso, vencedor en las batallas contra los españoles y amante en secreto de la madura reina, que se debate entre entregarse a ese hombre, poniendo en riesgo la estabilidad del reino, o mantenerlo como un anhelo imposible. Curtiz (que aquel año filmó nada menos que cinco títulos, incluyendo la esplendorosa DODGE CITY) no lo tuvo fácil para contentar a los magnates de la Warner, que babeaban con el poder mediático de Errol Flynn, al que buscaban incesantemente papeles a su medida. No es Flynn lo mejor precisamente del film, rígido en un continuo tour de force teatral, y con la misión imposible de replicar a Bette Davis, que con apenas 30 años fue capaz de encarnar a una reina madura, avejentada y atormentada. La interpretación de Davis es antológica, y seguramente hubiera merecido el oscar aquel año... de no ser porque ya lo ganó por la maravillosa AMARGA VICTORIA, claro. Otro punto particularmente interesante es el titánico esfuerzo de Norman Reilly Raine y Aeneas MacKenzie por trasladar la obra original de Maxwell Anderson, que es una lección de fastuosidad íntima, o cómo maridar por igual placeres ocultos, intrigas de estado y honores que se superponen incluso a la misma conciencia. No es una obra maestra, y Curtiz tiene un buen puñado de ellas, pero merece la pena echarle un vistazo, aunque sólo sea por asistir a la clase magistral de interpretación de Bette Davis.
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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