miércoles, 5 de septiembre de 2018
Una cárcel en libertad
El cine islandés, lo decíamos aquí no hace mucho, está dando una interesantísima cantera de nuevos valores, directores con cosas que contar y ganas de agitar un cine europeo demasiado ensimismado en descubrir lo que quizá ya está descubierto. Por ejemplo, el debut del joven director Guomundur Arnar Guomundsson, HJARTASTEINN (CORAZONES DE PIEDRA), es una descarnada inmersión en la dificultad de aceptar la identidad sexual cuando aún no sabes qué eres ni qué quieres en la vida. Quizá se confunda el panfleto gay con un hermoso canto a la amistad pura en mitad de una sociedad, la islandesa, que se presenta mucho más opresiva y cerrada de lo que muchos suelen describir. El film es notable, sobre todo en una enorme dirección de unos jovencísimos actores que transpiran veracidad y frescura, al tiempo que transmiten toda la confusión y la rabia de la que quizá es la etapa más complicada de un ser humano. Sin embargo, el film se enfrenta a dos retos que el director no acaba de solventar del todo, y que no deja que sea un debut sobresaliente. Uno es el excesivo metraje, ya que no parecen necesarios 130 minutos para una historia que no se detiene en detalles nimios, sino que prefiere avanzar con decisión. Otro es la dispersión del tono, que al final deja la sensación de que algunas escenas se han incluido sólo porque estaban bien rodadas, y no por aportar coherencia.
Es, de todas formas, una grata sorpresa y, más que nada, una bocanada de aire fresco con aroma a otros tiempos que fueron más sencillos.
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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