sábado, 19 de agosto de 2017
Aprender a reírse de uno mismo
JOSHY es una pequeña película, de esas que ahora están tan de moda en el circuito independiente norteamericano; una comedia acerca de lo que realmente significa la madurez en una sociedad infantilizadora y que bien podría considerarse como heredera de la ironía de Woody Allen, pasado por la puesta al día de un Judd Apatow o la extravagancia argumental de los hermanos Duplass. Un film de actores, de diálogos y de contrastes, comenzando por su premisa, el suicidio de la novia de Joshy (Thomas Middleditch) justo antes de su boda, que es encadenado sin solución de continuidad con la reunión que le organizan sus amigos, una especie de despedida de soltero a la inversa, que unos toman como un duelo y otros como una juerga en la que ahogar las penas. Y, entre chistes privados (judíos, en su mayoría), chupitos de tequila y sustancias alucinógenas, lo que queda es el difícil equilibrio entre fustigarse tras un trauma o continuar con la mayor normalidad posible. El principal problema del guion es que no siempre consigue atemperar dichos extremos, por lo que algunos momentos chirrían, convirtiendo a JOSHY en un artefacto más proclive a la comedia por episodios que a un largo cohesionado.
Interesante, entretenida y además estuvo en Sundance.
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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