martes, 13 de diciembre de 2016
Repartiendo banderitas
MACHUCA es una de esas películas que quedan resonando en el aire después de mucho tiempo, por su insólita mezcla de ingenuidad y valentía, por "mostrar" sin posicionarse, y por tanto adoptar el confort de lo sesgado. Una película que es la mejor de su autor, Andrés Wood, y que apenas puede disimular lo que tiene de autobiográfico o memoria sentimental encubierta. Pero nos equivocaríamos si pensáramos que MACHUCA es una película fácil de abordar, ni por la historia de amistad entre dos chavales pertenecientes a unas antípodas sociales que sólo podrían llegar a conciliar una mirada libre de prejuicios, y que se mezclaban en el polémico proyecto de integración que los curas europeos llevaban a Latinoamérica, donde se educaba a niños de extracción humilde gracias a la aportación de las familias pudientes. Ahí radica gran parte del peso ideológico del film, pero Wood va mucho más allá y explora las posibilidades del retrato íntimo y no deja nada al azar, sojuzgando sin piedad al entorno hipócrita de Infante, conservadores, católicos y con un pie en cierta y ridícula idea aristocrática; pero también al arrabal donde vive el Machuca del título, cuya familia (y esto es un acierto) está tan desestructurada por la miseria que apenas podrían permitirse el lujo de pensar en aquel "salvador", Allende. Es, por tanto, la crónica de esos instantes, fugaces e irrepetibles, de la plenitud que sólo se sustenta en la camaradería juvenil, esa que mira con extrañeza a los adultos cuando distinguen a las personas por su aspecto o poder adquisitivo; pero por encima de todo, el extraordinario trabajo de guion consigue imposibles: que Infante reparta banderitas comunistas bajo la efigie de Allende, que asistamos a una hermosa escena de amor a tres bandas con un par de latas de leche condensada como testigos y que finalmente sea el propio Infante, por cobardía o simple instinto, quien vea con sus propios ojos la imposibilidad de mantener esa amistad, porque los idealismos son muy bonitos hasta que a alguien le tocan las lentejas...
Maravillosa.
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
2 comentarios:
La vi en la tele cuando era más chico. Supongo que es natural que entonces me haya quedado más con la parte tipo coming of age; ciertamente si la viera hoy día sería un visionado muy distinto (por las lecturas, claro, porque seguiría gustándome tanto como aquella vez). Eso sí, me daba nervios verla con mis padres cerca, digo, por el lenguaje soez de los personajes, ja, ja.
Saludos.
Es una película de verdad atrevida, con conocimiento de causa y un gran respeto por todos sus personajes, porque todo el mundo tiene sus razones para ser como es y hacer lo que hace. Incluso Federico Luppi, que sale un ratito, tiene una escena antológica. Y el final es simplemente brutal... Muy buena, de verdad.
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