domingo, 23 de diciembre de 2012
Rincón del freak #90: El mito de Faust(ina) 5
A mí la broma me hace poca gracia, aunque la tiene, he de reconocerlo. Y es que buscarle sensatez a un sainete filmado que intenta, por todo mérito, introducir las no pocas habilidades seductoras (y de las otras) de la gran María Félix en una España tan depauperada como cartonpiedresca, tiene, siendo infinitamente benevolentes, su miga troceada. El experimento se tituló FAUSTINA, y comenzaba con un incipiente Fernando Rey en plan espeleólogo/dominguero con descapotable y churri empañolada, que encontraba una cueva en la que, tras quedar atrapado, su sorpresa es mayúscula al hallarse a aquel enjuto Fernando Fernán Gómez pescando, a la sazón un desencantado demonio menorcillo que atendía al sugerente nombre de Mogón. Toda la película es un enorme flashback que comienza con la invocación de Mogón por parte de una señora de avanzada edad, la Faustina del título, que le requiere para volver a ser joven y lozana, pero que, oh casualidad, una vez repuesta resultaba ser el antiguo y fatal amor de aquel desdichado. Ya con el tapete dispuesto, todo transcurre por el terreno de la fruslería sin importancia, con cameos de altura, como el del inolvidable Pepe Isbert, el recientemente desaparecido Tony Leblanc o uno de los mejores histriones del cine español, Juan de Landa como un diablo simplemente hilarante. Y... María Félix, everywhere para más señas. No me extraña que el ciclón de Sonora no encontrase acomodo en éste nuestro país, con aversión al despelote de los sentidos y convirtiendo a aquella bomba sexual en una señora con aspiraciones de miss de pueblo o cantante que, al no cantar, recitaba las noticias del periódico, mientras a los señores de boina, puro y fajín se les restallaban las órbitas por doquier. FAUSTINA es lo que es, una película de 1957, un entretenimiento trufado de inmensos profesionales al servicio del anestésico general (nunca mejor dicho) y que terminaba en un extraño país inventado, mitad dictadura y mitad monarquía... Y todas las mitades, por diferentes que fueran, mantenían ese inenarrable rictus ante la actriz mejicana, tan fuera y tan lejos de un país, éste, que de fantasía tenía poca.
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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