miércoles, 12 de septiembre de 2012
Juntos para siempre
En Hollywood siempre hansido muy reticentes a la hora de hablar de la vejez. Así dicho, en su más amplia acepción y concepto. La vejez, los viejos... para llegar unívocamente a la antítesis del glamour, que es la decadencia física; nada de ello tiene cabida en una alfombra roja sobre la que se unen lascivia, elegancia y un cierto despecho intrascendente, como el reflejo de un foco extraviado. Ahora sabemos que las alfombras rojas (las americanas, ojo) no son más que cartón piedra en mitad de un suburbio desértico (literalmente es así), pero lo que importa es el evento, ese cocedero de egos y mambrinillos intemporales. Es por eso que tiene tantísima importancia una película tan insólita como MAKE WAY FOR TOMORROW, que Criterion vuelve a reeditar para deleite y gozo de todos los que tenemos a Leo McCarey como lo que nunca dejó de ser: un excelso contador de historias alrededor de unos sentimientos que nunca aparecen azucarados o forzados. Es ésta una terrorífica historia con dos simpáticos viejecitos (estratosféricos Victor Moore y Beulah Bondi) y sus "solícitos" hijos (Fay Bainter y Thomas Mitchell), que asisten con fastidio al desahucio de la casa paterna, precisamente por las repetidas rehipotecas que tuvieron que hacer para que los vástagos pudieran tener sus hogares pagados, y la única solución que proponen es "repartírselos". El problema es sorprendentemente actual, está contada con la maestría habitual de McCarey y los actores están soberbios en unos papeles muy alejados de los clichés hollywoodenses; sin embargo, lo que noquea al espectador es cómo con aparente desenvoltura dramática, se nos hace testigos de la tremenda hipocresía y desapego con el que una generación trata a la siguiente, aunque se trate de sus padres. Resulta complicado enfrentarse a una propuesta tan inusual como ésta, con una puesta en escena clásica (cumple estos días 75 años) y un regusto final demasiado amargo como para considerarla una apacible comedia, porque no lo es, pero tampoco es drama, ni siquiera social, sino una especie de aviso silencioso, muy humilde, que casi no se oye...
Saludos, viejos...
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
2 comentarios:
Jodo, hace pocas horas he terminado un post en el que hablo (un poco) de esta pelicula. Cosas de brujas, así que copio y pego que no me gusta trabajar dos veces. En la mayoría de las películas que vemos, los viejos son viejos. No son personas. O sea, los viejos de las películas son la generación siempre derrotada, la que los jóvenes siempre hemos superado, la que se ha quedado obsoleta porque no sabe programar el vídeo. Son los putos Umberto D. Pero todos llegaremos a viejos... Cuentos de Tokyo es una celebérrima película de Yasujiro Ozu que lleva la fama de ser la gran película sobre la soledaz vejez y el lugar de los ancianos en la familia pero, 30 años antes, Leo McCarey hizo una mejor. Y se titula Dejad Paso al Mañana.
Una película magistral. Hay que verla con pañuelicos. Estos abuelos son más entrrañables que los de Ozu porque estos se miran a los ojos.
Totalmente. La película es un puñetazo en la mandíbula del productor de Hannah Montana y una patada en los huevos del creador de iCarly; mierda adolescente para retrasados e inmaduros. Por esa razón (bueno, y por otras cien) es que el cine clásico envejece tanbien, porque salían PERSONAS, no maniquíes que no quieren perder de vista el eje de cámara... El chiste es malo pero también es cabrón... Ya le dije en su momento que había una como telepatía entre Mañolandia y Ozú-landia, pero usted sigue tan escéptico como siempre...
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