lunes, 3 de septiembre de 2012
Iconos o fetiches
Antes, pero mucho antes de que Tarantino pusiese en alza la resurrección de viejos iconos cinematográficos, dotándolos de una nueva e inusitada dimensión, y mucho antes de que Nicolas Winding Refn decidiera que ya era hora de que Tarantino se convirtiese asimismo en un clásico a revis(it)ar, hubo un director francés empeñado en ir por el camino más difícil aunque fuese para contar lo de siempre, o al menos sí que sería el camino menos transitado. Jacques Demy ya había filmado algunos títulos de mayor o menos envergadura, pero siempre dejando clara su postura, tan lejana a los "cahieristas", puede que en busca de un mismo fin, aunque con métodos decididamente antagonistas. Y resulta que en 1979, no se le ocurre otra cosa que adaptar el ultrafetichista manga de Riyoko Ikeda, La rosa de Versalles, que mostraba las andanzas de un andrógino personaje en la corte de Maria Antonieta ¿Alguien daba más en aquel tiempo de lisergias y zooms? LADY OSCAR es cualquier cosa menos una película de aventuras, ni un riguroso tratado histórico, y ni siquiera un BARRY LYNDON hacia el verismo más o menos pictórico. En lugar de ello, Demy filmó un extraño artefacto pop con la música de rigor victoriano de Michel Legrand, una etérea fotografía a cargo de Jean Penzer y la casi totalidad del peso interpretativo para una por entonces desconocida Catriona MacColl, que después se erigiría como una inefable "Scream Queen" de culo inquieto, Lucio Fulci incluido. No sé qué habría sido de LADY OSCAR de haber sido filmada en la actualidad y haberse beneficiado de una estilización que le habría venido estupendamente, pero lo cierto es que sus más de dos horas en ningún caso logran la magia narrativa de un Stevenson, ni apabullan por una acumulación que deviene, finalmente, batiburrillo pseudonaif. Sí, el eterno problema de Demy: La imposibilidad de discernir si se nos está contando la rehostia o si la cosa no es más que una nadería surgida de los caprichos de un fetichista declarado. Algo de eso hay también.
Saludos adaptados.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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