viernes, 6 de mayo de 2011
Locas de amor #2
LADYBIRD, LADYBIRD, de Ken Loach, abunda también en el tema de los trastornos provocados por el amor, en este caso no tanto por el carnal, que también, sino por el maternal, puesto que se aborda aquí una historia que de estrambótica está a punto de despeñarse, algo por otra parte muy natural en el cine del británico. Sin embargo, creo que se trata de uno de sus films más logrados, primero porque el retrato que busca lo encuentra al 100%, sin fisuras; y luego porque toda la película mantiene un ritmo endiablado, un poco como si nos tiráramos por una pendiente llena de rocas, pero con ritmo al fin y al cabo.
Ésta es la historia de Maggie, habitante pura y dura de esa otra Inglaterra, que poco tiene que ver con enlaces reales ni aperturismos proeuropeos; porque Maggie tiene cuatro hijos de cuatro padres distintos, cuatro padres que han ido apalizando debidamente al pobre agujero andante; niños al sumidero, directos a los servicios sociales. Maggie se intenta olvidar de sus problemas tomando pintas en el pub, cantando en el karaoke; no es que tenga mucho seso, ha tropezado demasiadas veces en la misma piedra, pero sigue queriendo a sus hijos, porque pese a todo sigue siendo una buena madre, al menos una madre que quiere a sus hijos. Maggie conoce a Jorge, que es un refugiado de futuro incierto pero que es el único hombre que la toca sin pegarle; puede que algo se esté iluminando en el horizonte, Maggie está dispuesta ahora a recuperar a sus cuatro hijos, pero no todo será tan sencillo...
La historia, contada así, puede sonar a folletín, a culebrón neo-social, pero es que es así; LADYBIRD, LADYBIRD es como BAD LIEUTENANT interpretado por un ama de casa inglesa, una vertiginosa caída a ninguna parte y un lúcido retrato sobre la desesperanza y los mínimos resquicios sobrantes tras el sello de la burocracia. La actriz Crissy Rock está espléndida, para muchos excesiva, pero insisto en que esta historia no resiste remilgos, es una historia gruesa, sórdida, con un solo rayo de luz: el inquebrantable amor de una mujer por sus hijos.
Saludos desde el nido.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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