Es verdad, acaba de estrenarse, con más de veinte años de retraso, MI VECINO TOTORO, así que aquí vamos a hablar de LA PRINCESA MONONOKE... ¿vale?
Mucha gente vio EL VIAJE DE CHIHIRO (fundamentalmente tras un error fatal: comprar el DVD para tener a los niños entretenidos) y tras superar el shock inicial se lanzaron a un FNAC cualquiera. Allí, legiones de treintañeros creían haber dado con el elixir de la eterna juventud; al fin había algo que les transportaba a un ansiado estado de inocencia sin insultar su respetable madurez.
En el trepidante arranque de LA PRINCESA MONONOKE, sin apenas tiempo para situarnos en un terreno concreto, Hayao Miyazaki deja claro que, a menos que pulsemos la tecla de STOP, él manda, y nos encanta. Y nos dejamos llevar por unos apabullantes diseños visuales, pero también por una narración fluida, que no busca la confusión, que es capaz de jugar con un amargo pesimismo al tiempo que nos da una serie de claves para la esperanza. El hecho de que este film (y la mayoría de Miyazaki) transcurra en un mundo fantástico, repleto de seres irreales, no esconde jamás su hermosa vocación humanista; Miyazaki es un maestro porque su discurso va dirigido como un puñetazo al hombre moderno, le dice claramente lo hijo de puta que es, para acabar con un "aún estamos a tiempo". Aquí, las constantes ecológicas (nunca apocalípticas) son más evidentes que nunca, el personaje de la princesa, mezclada unívocamente con la naturaleza salvaje, sirve a Miyazaki para subvertir el típico relato de aventuras y convertirlo en una especie de lamento que se expande a lo largo de dos horas que pasan en un suspiro. Personalmente, no me parece la obra más redonda del fundador de Ghibli, pero sí que es la película perfecta para quien aún no se haya iniciado en el espectacular universo de este artista singular e irrepetible. Vean LA PRINCESA MONONOKE, merece la pena.
Saludos salvajes.
1 comentario:
Maravilla. Para verla y reverla.
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