Esto va a ser lo más aproximado a una reseña que voy a dedicar al esperpento de los premios Goya, que por supuesto no vi desde que me enteré del zafio y ultraconservador cuadro de nominados, desautorizando así a los "locos maravillosos" que premiaron, por fin, al cine de autor el año pasado. Me da igual el vestido aquél o el peinado tal; la lagrimilla del ganador o la rígida sonrisa del perdedor. NO ME IMPORTA EN ABSOLUTO PORQUE ESO NO ES CINE Y A MÍ LO QUE ME GUSTA ES EL CINE, ¡LECHES!
Pero mantengamos la compostura. (carraspeo) Hoy he visto un video en Youtube, más por curiosidad que por otra cosa, en el que aparecía el Goya honorífico de este año; que no era otro que Jesús Franco... Sí, patidifuso quedéme hace unos meses, cuando supe que el pesado busto iría a parar a este simpático viejecito que fue capaz, él solo, de poner patas arriba las anquilosadas mentes hispanas de aquellos oscuros años de idiotez supina. Le vi llegar tras las peloteras frases del súper pelota Santiago Segura, en una silla de ruedas, llevado (como siempre) por su inseparable Lina Romay, tranquilo, sin hacer ruido... y todo el público (¿es público lo que hay en los Goya?) levantado, aplaudiendo... "No lo merezco; no entiendo por qué me lo dan... en cualquier caso lo agradezco", fueron algunas de sus palabras, pocas pero certeras palabras. Jesús Franco se acordó (y se emocionó) de Bardem padre, su auténtico valedor y gran amigo de toda la vida "... el que me llevó a esto del cine", dijo casi llorando. Pero Jesús Franco es, también, el tío Jess, el espíritu burlón y libertino, irreverente y solidario a partes iguales; así que el tío Jess cerró su hipnotizante intervención acordándose de los que NADIE se acuerda, sobre todo en estos miserables certámenes "... y sobre todo dedico este premio a cuatro o cinco mil chavalas y chavales que van de puerta en puerta con sus cortos en el bolsillo, esperando a que alguien les haga caso"... BRAVOBRAVOBRAVOBRAVOBRAVOBRAVOBRAVOBRAVOBRAVO... ¡Eso, y ninguna otra cosa, es el verdadero espíritu del cine! El resto no es más que adorno y más adorno.
En fin, lo único reseñable de la gala. Y como adentrarse en la inmensa filmografía de Jesús Franco es una tarea faraónica, quise acordarme yo de uno de sus títulos más recordados y emblemáticos, el que posiblemente llamó la atención de buena parte de la crítica internacional sobre tan singular figura, ya todo un señor director de cine. En GRITOS EN LA NOCHE, Franco realiza un curiosísimo acercamiento a los clásicos de la Universal, encarnado en la misteriosa figura del doctor Orloff y su ayudante, Morpho; trasuntos patrios de (por ejemplo) Frankenstein e Igor, claro. Una cinta sin complejos (como no podía ser de otra manera), insólita en la producción española de la época, y que gana tras un visionado reciente. No deberíamos hablar, empero, de clásico, para no insultar la idiosincrasia de un creador que, aparte de la discutible calidad de su producción, ha marcado un hito durante más de cincuenta años; y eso, amigos indéfilos, no tiene precio.
Lo dicho: enhorabuena y gracias, tito Jess.
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