Otra de las recientes desapariciones que me han parecido destacadas, ha sido la de la actriz Gena Rowlands; siempre a un paso de ser una gran estrella, pero con un talento natural que la hizo brillar justo cuando otras inician la retirada. Rowlands poseía el magnetismo de un rostro insolentemente bello, del que no se podía apartar la mirada, y hasta en apariciones breves era capaz de llenar la pantalla con ese "dulce salvajismo" que transmitía a sus personajes. Conocida sobre todo por las intensas colaboraciones en los films de su marido, John Cassavetes, le costó abrirse un hueco en Hollywood, y no fue hasta ya entrada en la treintena, en 1962, que tuvo un papel en una gran producción, como fue THE SPIRAL ROAD. La paradoja es que la ambiciosa apuesta de la Universal, en realidad un mamotreto pseudo-evangelizador, quedó apenas como vehículo de lucimiento para un Rock Hudson que se revelaba incapaz de sostener por sí solo un film que parece realizado a pegotones, y deja la impresión de un extraño culebrón de dos horas y media, narrando las aventuras y desventuras de un arrogante médico destinado a las selvas de las antiguas Indias Orientales Holandesas, hoy Indonesia. Cierto que, más allá de la anécdota del debut, el papel de Rowlands se ve relegado al de la abnegada esposa de Hudson, angustiada por la obsesiva dedicación de su marido, y es una lástima que se desaprovechara su enorme carisma. Máxime porque en la dirección estaba Robert Mulligan, completamente perdido en una historia que no consigue manejar, y donde tampoco brilla mucho la partitura de un Jerry Goldsmith que intentaba sacudirse los standards televisivos.
Regular film, tirando a malo, pero que nos sirve para iniciar un pequeño homenaje a una actriz a la que sería de justicia reivindicar bastante más de lo que se hace.
Saludos.
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