lunes, 30 de noviembre de 2015
D. W.: El padre del cine #40
THE IDOL DANCER, de 1920, es un curioso giro estético para un Griffith que parecía querer adelantarlo todo, que no se le escapara ningún ámbito ni posibilidad; para ello, recreó en Florida una remota isla de los Mares del Sur donde el reverendo local intenta llevar "por el buen camino" a aquellos indomables salvajes, que preferían pasar el tiempo tumbados al sol y durmiendo siestas al arrullo de las olas. La tranquilidad del lugar se ve alterada por un involuntario e imposible triángulo amoroso, ya que el sobrino del reverendo se enamora de una joven bailarina nativa al mismo tiempo que un aventurero que ha llegado a la isla habiéndolo perdido todo y renegando de cualquier signo religioso. A partir de ahí, se desatan las intrigas, entra en escena un malvado esclavista y Griffith lleva la película por los derroteros de la aventura sin complejos, haciendo que los protagonistas olviden sus diferencias para enfrentar a quien sólo busca hacerse con el control de la comunidad. No es de las mejores películas de ese año, es cierto, pero se pueden encontrar imágenes tan sugerentes como la de Clarine Seymour desplegando sus encantos en una danza pagana, o la minuciosa descripción del poblado y sus costumbres, muy en la línea de lo que John Ford ensayaría un poco más tarde en LA TABERNA DEL IRLANDÉS. Curiosa sí que lo es, desde luego.
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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