martes, 10 de noviembre de 2015
Amar por la fuerza
Este año, diversos avatares (casi todos conscientes) me impiden asistir al SEFF. Resolvámoslo recordando algunas cintas que se han visto en dicho festival. Por ejemplo, MES SÉANCES DE LUTTE, del veterano Jacques Doillon, un director al que me encantaría entender mejor, o que me fuese más cercana su astrosa poética del desconcierto. De momento, las películas suyas que he podido ver me han hastiado por acumulación o me han distraído enormemente del motivo principal, a veces incluso hasta hacerlo desaparecer, algo que parece difícil con su arranque fresco, directo, con imágenes bucólicas y casi en Súper 8, mecidas con notas del Debussy más juguetón (...el Cake-Walk...). Nada de eso, porque en poco tiempo las intenciones quedan claras, y no se trata de un alarde dialéctico de poros brillantes en un verano agotado. No es Rohmer. MIS SESIONES DE LUCHA se regocija en la incomodidad de sus esquinas, hasta convertir cada encuadre en un amasijo de músculos, jadeos, ropa rota, miradas animales y un único motivo argumental que los enlaza: si dos personas no pueden amarse amablemente, puede que lo logren brutalmente. Creo, sin embargo, que Doillon lo podría haber resuelto mejor, aun concediéndole la dificultad de la empresa, pero al tercer hostiazo, revolcón o llave de judo... Efectivamente, se repite. De todas formas los actores, Forestier y Thiérrée, están encomiables en su esfuerzo, y su lucha es en contra de la desnaturalización del gesto forzado, o forzoso; la película les pertenece por entero a ellos, por la ausencia de argumento (yo no lo vi) y por la química que desprenden pese a lo desagradable de algunos momentos, sobre todo en su extático desenlace.
¿Es original? Es original ¿Es aburridilla? Es aburridilla... Así que estamos de acuerdo, no hay necesidad de pelear...
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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