martes, 20 de octubre de 2015

La puesta en cuestión de la virtud



Seamos claros. THE GAMBLER es una película que está peor realizada que contada; peor ejecutada que planteada. Esto empieza no por desordenar las piezas del puzzle, sino por ser incapaz de encontrar dignidad y belleza en el caos; los buenos directores siempre aspiran a recomponer, pero los grandes prefieren observar el desaguisado, e iluminarlo. Sí, la película original de Karel Reisz era muchísimo mejor, y apenas puedo encontrar un motivo para hacer este remake más allá del puramente comercial. Y es que todo empieza como no debería, con un anciano muriéndose en un hospital y sermoneando a un tipo con cara de palo y camisa de seda (Mark Wahlberg, pase lo que pase de aquí en adelante, mantendrá estas dos constantes tozudamente [es el productor]). Este tipo se va a una especie de casino clandestino regentado por coreanos y pierde una suma considerable, mas otra suma que le pide a un prestamista. Luego, ya saben, tiene una semana para devolverlo todo, o le darán una paliza... Se supone que THE GAMBLER va a apostar fuerte y nos va a dar una especie de lección vital a medio camino de la crudeza de Carver y la arrogancia verbal de Hammett; desgraciadamente, el resultado es el raquítico estudio de un subnormal que da clases de literatura de esas molonas que sólo se dan en Norteamérica y que merece todo lo que le pase y hasta un poco más también. Y eso por la parte de la (in)coherencia narrativa, porque peor aún es el tema de los actores, y no sólo porque estén mal escogidos, sino porque su errática diseminación, en lugar de conformar un collage, un poco al estilo de los Coen, queda, en el mejor de los casos, como un compendio de apariciones "estelares" ya vistas. Por ejemplo, John Goodman, pese a tener el mejor parlamento, parece una ridícula revisitación del Kurtz de Brando; los coreanos dan patadas de kárate... ¿?... y Jessica Lange sale jugando al tenis un par de minutos...
Pero un momento, no pierdan el tiempo con esto... Esperen a mañana...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!