martes, 7 de abril de 2015
Moscas en la pared
Contraviniendo todas las estúpidas convenciones que dilatan la duración de una película por la mera contemplación onanista de las productoras, el actor y director Mathieu Amalric condensa en poco más de una hora la novela de Georges Simenon, LE CHAMBRE BLEUE. Y no sólo consigue transmitir toda la rancia extrañeza del original, sino que además le aporta su toque personal, tan preciso como despreocupado al mismo tiempo, y factura un negrísimo ejercicio cinematográfico que le debe muchísimo a Claude Chabrol, pero también al sentido de la cotidianidad de un Julien Duvivier. Y parece mentira que Amalric, sin precipitarse, sin tirar de recursos visuales ni tretas de guion, logre hasta escindir la narración en dos partes muy diferenciadas pero transgénicas, la que a sorbos nos sirve el descarnado amor de dos amantes, donde un espectador atento ya intuye que algo no va bien del todo, y la posterior historia criminal, ya consumada, y de la que sólo vamos obteniendo detalles tras la detención y enjuiciamiento de ambos. Me resisto a desvelar nada más de este pequeño gran film, por temor a contar demasiado, pero debo señalar directamente a Amalric como responsable de su particularísimo tono, que bien parece cine de otro tiempo, ejecutado con paciencia y sabiduría.
Excepcional.
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
3 comentarios:
A la saca.
Otro más que se la lleva a la saca.
Hacéis bien.
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