sábado, 9 de marzo de 2013
Vida prócer: El cine de Hong Sang-soo #8
Son muchos los que coinciden en señalar BAM GUA NAT (NOCHE Y DÍA), de 2008, como el gran punto de inflexión en la filmografía de Hong Sang-soo, y como todas las que de un modo u otro se pueden considerar de cierta importancia, los cambios, de haberlos, que los hay, son casi imperceptibles. Es de esa sutilidad a la hora de manejar su universo dramático e intelectual de donde el director coreano desambigua géneros para transformarlos en otra cosa, un work in progress de aspecto descuidado pero con toda su carga de profundidad agazapada y señalada por ciertas balizas en apariencia poco llamativas, pero elocuentes si se saben ver. El carácter transfronterizo de esta excelente película, repleta de sentido del humor, nostalgia y compasión por sus prodigiosamente bien trazados personajes (y destaca el gran trabajo del actor Yeong-ho Kim, omnipresente en casi cada fotograma), no radica sólo en el hecho de la divertidísima y algo estrafalaria excusa del guion para trasladar la acción a París, sino en cómo no deja de lado en ningún momento su carácter de objeto extraño e incrustado. El protagonista, un pintor de escaso éxito, es detenido por fumar marihuana, por lo que decide eludir a la justicia de su país y huir a Francia; esta circunstancia no es explicada al principio en unos sobrios créditos y con la solemnidad de la Séptima Sinfonía de Beethoven, lo que remarca aún más la ironía de dicha escapada, que no es otra cosa que una huida hacia delante de un burgués aburrido de su vida y su matrimonio. En París, este tipo, a caballo entre un torpe conquistador y un diletante algo desnortado, se instalará en una triste pensión, compartiendo piso con otros cuatro coreanos e intentando hacerse creer a sí mismo que su circunstancia es, digamos, "cercana a la bohemia". Entre algunas borracheras (bastantes menos que en otros títulos de su director), conatos de flirteo y visitas a museos, este antihéroe contemporáneo tendrá tiempo de demostrar lo dura que es la vida sin reconocimiento en unas jornadas que se suceden a toda velocidad desde el verano hasta el otoño. Hong Sang-soo parece reírse de esos "artistas" a los que siempre les suceden las cosas más extraordinarias, como si estuviesen elegidas para ellos, y es capaz de narrar, como si tal cosa, el más difícil todavía: la cotidianidad. Y París, casi mezclado con Corea, es una mixtura de la que no puede sino salir algo que casi nadie entiende; quizá por eso el personaje principal se niega a aprender una palabra de francés... ¿Para qué?
Saludos diarios.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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