sábado, 13 de septiembre de 2014

¡Ave, César! #4



Obligatoriamente, debemos retroceder algunos años en el tiempo para recuperar una rareza, que voluntariamente he reservado en un aparte del texto shakespeareano, puesto que es obra de otro autor y porque ni su tono ni su forma coinciden en modo alguno. Y debo inventariar. Gabriel Pascal fue un productor húngaro que quiso probar las mieles de la dirección, se enamoró de las obras de George Bernard Shaw y obtuvo un gran éxito al atreverse a adaptar PYGMALION; siete años más tarde, en 1945, acometió un proyecto que sólo los setenta años que han transcurrido han dejado en un rincón muy oscuro de la historia del cine. CESAR AND CLEOPATRA es (y me quedo corto) uno de los films más chanantes que usted, oh sabelotodo sin prejuicios, haya podido ver un pantalla alguna. El adjetivo no es gratuito, todo comienza con un desierto pintado y fresquito de noche, bajo cuyo manto de estrellas se recorta una pequeña esfinge a la que un Julio César ensimismado y paseador le dedica un soliloquio que podría haber ideado un flamenco de la Cava. Seguidamente, aparece Cleopatra no ya sin fastos, sino directamente como una especie de duendecillo saltarín e ignorante de quien tiene delante. Surge la chispa entrambos, aunque no esperen volteretas sexuales, sino casi una relación abuelo/nieta.
En un Technicolor festoneado por la multiexpresiva fotografía de Freddie Young y Jack Cardiff, el kitsch parece reverberar intimidado ante la posibilidad de caer en miligramos de circunspección. No es así, y este marcianísimo british peplum ("Peplish" quedaría bien), rodado en condiciones más que complicadas por la WWII, es un torrente de jovialidad, inventiva visual y, sobre todo, la subyacencia de un subtexto acordado por la gran inteligencia de Shaw. Se hace pesada, eso sí, y el tiempo no la ha tratado con cariño, pero su valentía le añade puntos de honor, dignidad y un salero que no sabíamos que los británicos poseían. Además, sirvió para que el mago David O. Selznick convenciera a Vivien Leigh para volver a rodar cine; el César es un Claude Rains que parece estar de velta de todo y además pueden conocer a dos personajes sencillamente valleinclanescos: Apollonio (un pipiolo Stewart Granger), siciliano semidesnudo con zarcillo y redecilla; y, aún más, Ftatateeta (una angulosa Flora Robson), aya real, bruja y señora pierdenervios...
No se la pierdan si creen en las hadas.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!