sábado, 9 de abril de 2011
Carrera nocturna
Hoy les voy a hablar de mi película favorita de Jim Jarmusch, lo es desde que la vi hace veinte lejanos años, y lo es porque la he vuelto a ver y ha resistido dignamente los embates del tiempo, que normalmente no suele dejar títere con cabeza cuando uno se deja llevar por la mitomanía menos indicativa. Y lo es también porque NIGHT ON EARTH es una película con la que te ríes, lloras, abres la boca y luego la risa se convierte en sonrisa de complicidad; y te das cuenta de que Jarmusch es un tío honesto hasta la médula, quizá uno de los últimos directores honestos norteamericanos con una trayectoria ya longeva y por tanto susceptible de acomodo.
La cosa es muy simple: cinco taxis por la noche, en diferentes ciudades del mundo (Los Angeles, New York, París, Roma y Helsinki); sus historias, con sus conductores, sus pasajeros. La noche como mudo testigo de esas pequeñas historias que se van desenvolviendo lentamente con la estupenda música de Tom Waits como grand partenaire (lo que hubiese dado yo por un episodio estrella con Waits de taxista). Winona Ryder es una desgarbada y grasienta chica sujeta a una linterna que conduce con pericia un enorme ranchera; masca chicles y fuma al mismo tiempo, y una guía de teléfonos le sirve para llegar al volante. La maravillosa Gena Rowlands es una agente de castings que vive en Beverly Hills y se queda prendada de la inesperada naturalidad de su inusitada conductora.
Giancarlo Esposito se hiela en el concurrido centro de Nueva York, desesperado por trincar un taxi, pero éstos pasan pitando a su lado sin hacer mucho caso a su evidente figura salida de Brooklyn. Un renqueante taxi se para a su lado, su conductor es Armin Mueller-Stahl, un emigrante recién llegado de la Alemania Oriental, que apenas habla inglés, no tiene puñetera idea de conducir un coche automático y por supuesto no conoce la ciudad. Su destartalada peripecia seguirá con el pasajero como improvisado conductor y la insoportable Rosie Perez en el asiento de atrás.
Isaach de Bankolé es costamarfileño y conduce un Peugeot por un París desierto y mojado, sus pasajeros son dos jactanciosos africanos elegantemente vestidos que terminarán violentamente expulsados. Seguidamente sube Béatrice Dalle, que es ciega pero ni lleva gafas de sol ni tiene pelos en la lengua; su carácter choca con el del orgulloso taxista, que no ha tenido su mejor noche, lo que desmbocará en una tensa disputa que no es discusión sino intenso tanteo.
Roberto Benigni habla, habla mucho, habla solo, con las calles, con las farolas; le molesta lo poco iluminada que está Roma de madrugada, pero se niega a quitarse las gafas de sol... Recoge a un cura de aspecto resignado que resistirá estoicamente el tsunami verbal, de dudosa moralidad católica, del taxista en el que es, sin ninguna duda, el episodio más surrealista y divertido de los cinco.
Normalmente a nadie le gusta el último capítulo de NIGHT ON EARTH, pero es mi favorito; me parece el contrapunto perfecto para todo lo que hemos visto anteriormente. Helsinki se convierte así en ese final de partida (del mundo, quizá) que sorprendentemente poco tiene que ver con su cineasta más famoso. No hay rastro de Kaurismaki, sólo sus actores, y un inmenso Matti Pellonpää cabecea en torno a una helada rotonda (sí, el fin del mundo; no hay nada más allá) cuando recibe un aviso que le llevará a recoger a tres borrachos en la puerta de un bar. No sé si será por lo mucho que me identifico con este último capítulo o por la elegancia con la que va soltando su halo de resignación y tristeza. Es mi favorito; lo fue hace veinte años y de nuevo se obró el milagro el otro día, cuando volví a ver esta obra maestra, humanista por los cuatro costados, una maravillosa película que define a la perfección el inquieto y juguetón espíritu de su director, un tipo que nunca ha sido lo que pueda parecer viendo su facha, Jarmusch es ese amigo de toda la vida con el que te encanta compartir una madrugada en torno a una botella de bourbon y un paquete de cigarrillos... o dos...
Háganse un favor y véanla.
Saludos de un noctámbulo empedernido que, sin embargo, ya no coge taxis a menos que sea estrictamente necesario...
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
5 comentarios:
¿20 o 30 años?
La película tiene 20 años, es del 91. Yo tenía 17...
Yo me la grabé hace mucho en VHS ya que la pusieron en V.O.S.E. por la TV y me gustó mucho, pero recuerdo vagamente las historias y leyéndole me han entrado ganas de volverla a ver. No sé si es mi favorita de Jarmusch, por eso tendría que averiguarlo.
Y es verdad que hubiera sido un puntazo ver a Tom Waits de taxista, y quizás a Roberto Begnini como su cliente, para rematar la jugada, ja ja (bueno, Waits y Begnini ya habían trabajado juntos en su también excelente Down by Law).
Un saludo!
Sí, y yo hubiese puesto en el guión: "Ahora Waits detiene bruscamente el coche, se gira, aprieta el mondadientes y agarra a Benigni por el cuello hasta matarlo..." Eso es, sí señor...
Carajo... otra que voy a tener que verme si quiero dormir tranquilo por las noches. Va para la lista.
Publicar un comentario