miércoles, 1 de junio de 2016

Rivette escribe #1



A finales de Enero nos dejó Jacques Rivette, fundador de Cahiers, gran ideólogo de la Nouvelle Vague y, sobre todo, uno de los directores que con más afán ha intentado eso tan difícil de "escribir sobre la pantalla". Si, como novelas, hubiéramos defendido a un arte solapando a otro, nos sale Rivette como un ortógrafo audaz, incapaz de posar la mirada sobre el "objeto", y más atento a la esquirla por golpeo, al hallazgo rendido dentro de la edificación paciente de una historia. Como Rivette contaba dichas historias pertenece ya al panteón de arquitectos; como nadie podrá hacer en adelante las películas que él hacía, es justo despedazar su corpus en clase de Historia.
Lo primero que filmó Rivette fue un delicioso mediometraje acerca de las torpezas, miserias y sinsabores de la vida extraconyugal, y que muchos han apresurado en atribuir en mayor medida a Claude Chabrol, pero habría que concluir que Rivette mantiene esa distancia intranatural que a Chabrol le produce ardor de estómago; no hay más que ver que la mayoría de movimientos de cámara desamparan a sus personajes, los coloca frente a ellos mismos y establece el hueco moral entre un acto conjugado y su inmediata consecuencia. LE COUP DU BERGER alude inequívocamente al "Jaque Pastor" del ajedrez, en esta ocasión para joder encabronadamente un asunto de cuernos que termina por demostrar que para jugar con fuego hay que estar dispuesto no a quemarse, sino a hacer arder a quien sea. Y a la chica (una irresistible Virginie Vitry, que luego ya no rodó casi nada) se le nota mucho lo poco que quiere a su, por otra parte, aburrido marido, así que idea un rocambolesco episodio para poder llevar en su presencia el abrigo de piel que su amante (el maravilloso Jean-Claude Brialy) le ha regalado. Es cierto que la historia es suave y prefiere tratar la superficie más superficial de la misma, pero cualquiera puede imaginar entonces a Chabrol tomando las riendas a partir del último y revelador plano, en el que la ajedrecista se ve cazada en su propio movimiento, una jugada, nos advierten, que sólo surte efecto con jugadores inexpertos. Pero esa sería otra película, y Chabrol hizo muchas de esas, y Rivette nunca ha sido Chabrol...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!