viernes, 17 de enero de 2025
Películas para desengancharse #127
Buenas noches a todos y a todas. Escribo esto por sorpresa, desde la cama y en el móvil. Una forma silvestre de escribir, y que no parece estar tan mal después de todo. No es la norma, pero ha muerto David Lynch, y por primera vez en mi medio siglo de vida, puedo afirmar que el cine me ha traspasado en directo, sin editar. Lynch no era el mejor director de la historia, pero era el director de mi película favorita, y eso marca. Ser único, inimitable en una industria que es, de ser algo, una factoría de facsímiles indistinguibles, Lynch adoptaba la actitud del niño, la mejor, que es fascinarse en la simbiosis que va de sentir a pensar, y por ello sus películas siempre parecían desarrollarse en un plano onírico, mental, abstracto. Deconstruir a David Lynch sería lo ideal, introducirlo en su mundo particular, donde una idea fundamental brillaba por encima de las demás. Lynch fue el director que con mayor saña enfrentó a la verdad, la bondad, la inocencia, contra las fuerzas oscuras que rigen este mundo, y a menudo nos decía que el bien puede prevalecer, sólo hay que tener claro que el diablo nos espera tras cualquier esquina.
Es el último montaje de una película apasionante que acaba en el día de hoy, a contracorriente, como no podía ser de otra manera. No hay mucho más que decir, entre otras cosas porque todos sus largos ya están en estas páginas, y los cortos son harina de otro costal. Vuelvan a Lynch, azoten su mirada y sorprendan a su capacidad de sorpresa.
No hay banda.
Saludos...