Una obra como MURDER IN THE CATHEDRAL, escrita por T.S. Eliot para ser representada, necesita el contexto de su tiempo (1935), donde el autor, con la agudeza que le caracterizaba, desnudaba ya entonces los peligros del fascismo, la fascinación que los autoritarismos despertaban (y despiertan) en sociedades entregadas a la ignorancia y la superstición. Curiosamente, Eliot se basó en el histórico asesinato de Thomas Becket, arzobispo de Canterbury, en 1170, cuando se opuso abiertamente a las intrigas del reinado de Enrique II, que pasó de ser su valedor a literalmente sentenciarlo, aunque fue asesinado a espadazos por cuatro "caballeros", lo que trazaría un mapa bastante fiable de cómo han ido sucediendo las cosas desde entonces. El problema de la adaptación cinematográfica, es que su apariencia, teatral y acartonada, y su duración de más de dos horas, repleta de parlamentos graves, figurantes cetrinos y atrezzo indiscriminado, no le han hecho ningún favor. Por mucho que el propio Eliot se encargase del guion, lo que demuestra asimismo que el escritor norteamericano-británico no tenía ni pajolera idea de adaptar un texto para la pantalla. Es una curiosidad, muy desconocida, y sólo recomendable para quienes hayan leído la obra original en todo su verdadero contexto.
Saludos.