lunes, 9 de junio de 2025

Imitación al cine


 

Mientras Almodóvar idealiza una América idílica, donde una fila interminable de lesbianas acude a la firma de ejemplares de la escritora de moda, en una librería con olor a aula sospechosa; o hace que Tilda Swinton declame con mirada perdida el día que (ya que, como no podía ser de otra manera, era corresponsal de guerra) supo que su fotógrafo era amante del religioso al que fueron a ver un día en zona de guerra, sin que este detalle tenga mayor relevancia que poder darle un papel a Juan Diego Botto y Raúl Arévalo hablando en inglés ¿?; continúa con los homenajes al reproducir impúdicamente tres constantes lynchianas (la llanura de Montana, un coche de bomberos a cámara lenta y una casa en llamas en mitad de la nada); seguidamente nos lleva, cómo no, hasta un Sirk mermeloso, donde Iglesias hace de Skinner y Grau de Metty, en una cabañita idílica para ver árboles y escuchar pájaros; rematando con dos sonrojos: el amenazante pero inocuo personaje de Nivola y un epílogo que no hace justicia a la hondura joyceana a la que alude, implorando el fundido, siempre tan socorrido, a Hopper.
Almodóvar, esa América no existe, sólo era nuestra Arcadia de celuloide. Ni un solo chiste, ni un solo susto, ni un sobresalto en un discurso autosatisfecho y vergelado, de "vergel congelado", digo...
Horripilante.
Saludos.

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