Si el otro día volvíamos a la excitante metamorfosis de un alelado científico a un Cary Grant ciclotímico, algo parecido ocurre en ZOOLOGIYA, donde a Natasha, la administrativa de un zoológico, le crece una prominente cola, lo que, lejos de suponerle un problema, ejerce de improvisado estimulante, sacándola de una abulia que la aplasta día a día. En el trabajo es objeto de burlas constantes, vive con su madre y un gato, ambos ancianos y su vida sentimental parece no haber existido. Pero ahora su vida ha dado un giro y ha encontrado un propósito, puede que se vea emparentada con los animales, a los que ama más que a las personas; ha encontrado un amigo muy especial en el radiólogo que le ha tomado, con toda naturalidad, una radiografía; y finalmente ha cambiado su imagen, rejuveneciéndola y despertando el asombro de sus envidiosas compañeras. Con sólo 28 años, es encomiable la madurez con la que Tverdovskiy dirige esta apesadumbrada fábula, probablemente una alegoría del peso de la edad sobre una mujer que no encuentra un lugar ni un momento para ser feliz, e igualmente alegórica, ese inusitado apéndice como símbolo de rebeldía. Si la ven, atentos a la escena de la bañera.
No es ninguna maravilla, pero sí más que correcta.
Saludos.
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