miércoles, 29 de abril de 2015
Muñecas y caramelos
Se arraciman los niños ante un cantante callejero al salir del colegio, justo antes de reunirse en el puerto, a jugar, a nadar, a vivir. En la clase, el que llega tarde es coronado con orejas de burro, de cara a la pared, mientras el empollón lee de corrido con voz afectada. En la tienda, bazar de sorpresas y sueños, igual caen muñecas que caramelos, encajes, alfileres o paños para un traje; todo se vende, y los niños no comprenden por qué no puede cogerse sin más. Tras el baño, todos corren hacia las vías del tren, a verlo pasar, y está Carlitos, y también Eduardinho, y los dos cortejan a Teresinha, cada uno a su manera, uno más bruto que el otro, el otro más soñador. Y la canción que entonan alegremente resuena por las calles de un Oporto adoquinado, de mujeres asomadas a la ventana, de guardias que giran sobre sí mismos, de niños y grandes, y suena como el final de fiesta que espera al final de la infancia, algo así... ¡ANIKI-BÓBÓ!...
Saludos.
Esta película sería eso que yo llamo guindas siempre frescas del cesto de El Indéfilo, ofrecidas con la palabra auténtica. Preciosa entrada.
ResponderEliminarA lo peor es la mejor de Oliveira.
ResponderEliminarNo me digas que vas a repasar tooooooda su filmografía. Es una labor tan titánica como la de Griffith...
No, sólo cinco... tranquilo.
ResponderEliminarOliveira cambió mucho desde esta película, no sé si a peor, pero sí más hermético y reconcentrado. Esta película es muy bonita, para todos los públicos...
... y gracias por las flores. No las merezco...
ResponderEliminar