viernes, 6 de septiembre de 2013

La irreprimible memoria sentimental



A Tim Burton le dieron de lo lindo a cuenta del estreno el año pasado de DARK SHADOWS. En realidad, le llevan dando de lo lindo (inclúyanme) desde que decidió poner el piloto automático y apoltronarse en realizador de franquicias neutras, olvidando por completo sus otrora sorna y retorcimiento formal. Y aun así, esta puesta al día de la famosísima serie creada por Dan Curtis en los sesenta (que aquí, por cierto, nunca tuvo ninguna repercusión) tiene algo que, créanme, no sé si subyace bajo sus calculadas imágenes o, por el contrario, flota por encima de lo que vemos reflejado en pantalla. DARK SHADOWS siempre ha sido una cuestión de sensaciones, aromas y corazonadas; un batiburrillo pop en el que igual cabían el hit parade del momento, las puyas políticas o un descaro sexual magníficamente desprejuiciado. Pero no nos engañemos, la serie era para todos los públicos (público inteligente, a ser posible), así que muy poco margen iba a quedarle a Burton para integrar novedades, limitadas éstas a la divertidísima interpretación de Johnny Depp (y es que Barnabás Collins siempre fue un cachondo) y a la exquisita ambientación en ese delicioso pueblo pesquero, excéntrica mezcla de goticismo y avant garde decididamente cheesy (véase, si no, lo último de Soderbergh). Y entiendo perfectamente (maravillosa contradicción) que casi nadie lo haya entendido. DARK SHADOWS no es una gran película, ni lo pretende; es tan sólo (y MARS ATTACKS, y BIG FISH, y BATMAN) el imaginario sentimental eyaculado por un Peter Pan vestido de negro; y precisamente es viendo este film (aunque mejor sería echar un vistazo a la serie original) cuando se entienden los porqués de las constantes éticas y estéticas de todo el cine de Burton, que ha bajado sensiblemente de calidad, por supuesto, pero que aún mantiene su cuota de público medianamente intacta. Para terminar, y sabiendo que son ustedes unos mitómanos, merece la pena prestar atención a la selección musical, que tiene como colofón en los créditos de cierre aquella maravillosa canción de los Raspberries de Eric Carmen que era "Go all the way", que ni siquiera unos chapuceros como The Killers podían destrozar... Y es que el original siempre será infinitamente mejor...
Saludos en la tenebrosa oscuridad...

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!